domingo, 24 de junio de 2007

Pensar a contraluz


Toda la noche pensando en qué puedo aportar a la gente con mis fotos. Todo el día planteándome cuán necesarios podrían ser mis textos en este mundo que hoy por hoy se alimenta del calentamiento global, de la televisión anémica de contenidos y de un sistema político carroñero que repliega los huesos del oponente hasta que de él no queda ni el tuétano.
Ponerse filosófica en tiempos revueltos no tiene demasiado sentido ni guarda ningún secreto. Es lo que hace todo el mundo cuando se siente frustrado, triste o preocupado por qué será de nosotros en el futuro…
Supongo que lo que a mí me ha movido esta tarde a enfundarme el traje de Aristóteles es el simple hecho de haberme quedado sola en casa, calentita y con la tranquilidad de que fuera hace frío y yo no lo sufro, lo cual me hace sentir privilegiada, diferente, supongo…
No es verdad, no he estado toda la noche pensando en mis textos o mis fotos. Supongo que ha sido el único recurso estilístico coherente que se me ha ocurrido para arrancarme a escribir. Una es así de cutre. Otras veces no me hace falta recurrir al estilo “Corín Tellado” para contar algo y cuando lo hago casi siempre consigo llegar a una idea que me ayuda a corregir el inicio. Pero hoy no… y es que tampoco me importa demasiado.
Pienso en esa escritura que tenían los dadaístas, que llamaban “automática” e intento de alguna manera acercarme a eso, bastantes años más tarde y de una forma más casera. Tampoco hace falta ponerse histérico y enlatar una caca al grito de “¡mierda de artista!”. Aquí una es dadaísta, como te fríe unas patatuelas tan ricamente y con la misma dignidad. Como dice un gran amigo, “hay que saber hablar de Dostoievski y de la Pronto con la misma soltura”.
Y es que un manicomio no deja de ser un muestrario de lo que hay fuera y creo que yo entro dentro de una categoría de iluminación supina. Y pensar que ni me he fumado un porro o comido un tripi… El rollo psicotrópico le deja a uno fatal de lo suyo o muerto para siempre, que es peor. Porque una cosa es morirse a secas y otra morirse para siempre… Mi abuelo por ejemplo, un buen día dijo “coño, me encuentro fatal, estoy harto, me quiero morir ya”… y se murió. A otra gente le hace falta mucho circo para irse, pero a mi abuelo no. Sólo lo quiso y ya está. Para siempre.
Pues sí que hace frío sí…. Y el calentamiento global no veas… Esto es el fin… Sólo falta que vengan los “Cuatro jinetes del Eucaliptus” y estaremos ya todos condenados y arderemos en el infierno, que este año tiene 3 grados más de temperatura y…y….zzzzzzz. El año que viene se hablará de otro tema, porque como todo el mundo sabe, las cosas no suceden si no salen por la tele.

Ana Joven

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