domingo, 23 de septiembre de 2007

¡¡¡Bicicleta del demonio!!!!


Pobre Miguelángel... tan inventor él... tan viejete y entrañable. Nunca se hubiera imaginado que uno de sus inventos sería tan denostado, tan repateado por la clase media catalana... estoy hablando de... EL COÑO DE BICICLETA!!!
Pero vayamos a los inicios de todo esto...
Hace ya muchos, muchos años que el ser humano está insatisfecho consigo mismo. Pero también hace mucho que ha aprendido a proyectar esa frustración en los demás. Una manera de hacerlo es aplicar lo que el humorista Godoy denomina "una de las grandes verdades del hombre": que la culpa de absolutamente todo lo que nos ocurre es SIEMPRE del otro. (la otra gran verdad es que no hay nada peor para la salud que estar enfermo...).
Yo tengo la culpa de que el viejo que me da un codazo por la calle tenga ciática. Yo tengo la culpa de que la señora que me aplasta el pie en el metro haya discutido con sus hijos... y sobretodo YO TENGO LA CULPA DE IR EN BICICLETA!
Compartir es vivir, señores... y parece que en ese proceso no entra el invento de Miguelángel.
Las ordenanzas municipales obligan a los ciclistas (y peatones) a cumplir las normas de convivencia. Las aceras son para todos y con prioridad de unos. Se multará a quienes no respeten los carriles de las bicicletas y a los ciclistas que vayan de listos por la calzada... Pero ni el Ayuntamiento ni el oso de peluche más mono del mundo puede llegar a sensibilizar a aquellos que sencillamente detestan lo que no conocen.
Un ejemplo práctico lo viví el otro día en Sitges, llevando mi bicicleta en el tren (como indica la normativa de Renfe) y sin embargo molestando a 5 de cada 10 personas que subían al vagón. Más tarde, en el paseo marítimo (ese hervidero de patinadores y ciclistas) un señor se ofendió al verme pasar... ¿tan fea soy?
Y para finalizar, la mala suerte me hizo ir a parar a una calle en pleno desfile de gigantes y cabezudos. Como pude, llevé la bicicleta a mi lado para salir de ahí y conté hasta 5 insultos y 3 brazos que se agitaban al aire por mi presencia.
Da igual si eres una persona espléndida o si no has roto nunca un plato, esa gente insatisfecha siempre te echará la culpa de todo cuando te vea acompañada de tu bicicleta.
Supongo que todas esas personas que se quejaron y gritaron ya tienen algo que contar en casa y han dado una lección de ciudadanía a "esa chavala con la bici del demonio"... y se sienten estupendamente.
A mí sólo me queda dar un dato a toda esa gente: ya somos 30.000 ciclistas en la ciudad.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Yeyé=bike friendly