jueves, 18 de diciembre de 2008

Teorema matemático sobre el jamón y por qué me gusta...


Lo mejor que le puede pasar a un futbolista es marcar un gol. A un paracaidista, caer sobre blandito. A un butanero, mantener sus cuatro clientas viejunas de siempre. A una secretaria, tener en su poder documentos con los que chantajear al jefe... Y a mí, lo mejor que me puede pasar es que me regalen un jamón.

Mis padres bien lo saben. Cuando cumplí 25 años, en lo mejor de mi juventud me regalaron una pata de 8 kilos...

El jamón es un manjar... y como todas las cosas buenas, contiene la letra "j", esa que viene desde lo más profundo de la garganta y que arrastra consigo salivillas y regusto a lo último que hemos comido: jjjjjjjamón.

Pensándolo fríamente, un jamón no deja de ser una pierna seccionada de animal, salada y supurando grasa... Entiendo que para un guiri pueda resultar asquerosillo ver ese festival de miembros amputados con uñas negras señalando al cielo... Pero es nuestro festival!!! Además, bien que se lo comen luego con esa cara de "estoy comiendo exotismo ibérico!".

Mi queridísima amiga Lucía de Elera, suele mantener la tradición familiar (que se remonta a 2 ó 10 generaciones) de pintar con esmalte rojo la uña del jamón... "Una coquetería", según dice, que dota de ternura y casi personaliza al animal. Lo del nombre ya es diferente, ella siempre le llama "jamonámen", pero yo acostumbro a bautizarlo según circunstancia o lugar de procedencia. El de este año se llamará "Don belloto".

Queridos y queridas, no hay más tradición que la que un buen día se rompe si saber por qué coño! En todo caso, quiero proclamar a los cuatro vientos que "yo amo el jamón y el pan untadico con tomate".

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